De un tiempo a esta parte he tomado la costumbre de escuchar la música con auriculares. En casa, y a pesar de disponer de un equipo de alta fidelidad creo que decente, se me hace bastante difícil poder disfrutar de la música a un volumen razonable. Unas veces por ser demasiado tarde, otras por respeto a los vecinos y otras por ya tener suficientes decibelios con los gritos de las niñas. Solución: encerrarme con unos buenos cascos –no gusta el término, pero es muy universal-.
Los últimos auriculares grandes que tenía, me duraron 8 meses. Unos Sennheiser HD 218 se rompieron prematuramente. El iPod al descansar en mi bolsillo trasero y agacharme, hizo palanca entre mi bolsillo y el conector de los auriculares, reventando la conexión. Así de estúpido y así de frágil por partes iguales. Tengo un 20% de culpa, lo sé reconocer, pero la marca alemana tiene el resto. Se supone que el diseño y construcción del conector así como el material, deberían haber soportado el incidente. Mis otros auriculares, los portables –los de salir a la calle y los de usar en la oficina-, también Sennheiser PX10 me duraron bastante más, casi 3 años, pero acabaron sucumbiendo. El auricular derecho dejó de funcionar. Conclusión: no más Sennheiser. Siempre me he tomado muy en serio a este fabricante, de hecho siempre he confiado en sus productos, pero su calidad y durabilidad queda en entredicho en mi caso.