La vida de Fujii podría ser la mía. O la de cualquier hombre corriente y moliente. No es una súper estrella de la música, ni ha triunfado en las finanzas, ni está casado con una famosa del celuloide. Simplemente, se dedica a lo suyo: diseñador de planos en una empresa cualquiera. Mientras, su vida fluye y se enamora de una chica.
No había leído nada hasta ahora de Kou Nakamura y debo reconocer que me atreví con Cosas por las que llorar 100 veces, por su título. Su argumento me dio el último empujón y me decidí a leerlo: «El protagonista y narrador de la historia es un joven japonés. Él y su novia deciden ir a vivir juntos para probar su convivencia después que él la pidiera en matrimonio y ella sugiriera primero un periodo de prueba. Poco después de esto, ella enferma de un cáncer. Debe ingresar en el hospital y él la acompaña siempre que puede, hablan de todo, se aman tiernamente, hasta que ella muere. Un tiempo después él encuentra un cuaderno suyo en el que ella había escrito su… sí quiero».
El libro comienza con un retroceso en la vida de Fujii para recordar sus años de estudiante en la universidad. Al enfermar la perra Book –la encontró en la puerta de una biblioteca- y tener que visitarla a casa de sus padres, le llevará a explicarnos su época adolescente. He conectado con el protagonista principalmente por su forma de vida. Una de sus aficiones era la de montar en moto con la perra dentro de la chaqueta y llegar al río para fumarse un pitillo. ¿Acaso necesitamos más? Ya viviendo independientemente y con la edad suficiente para ocupar un puesto de trabajo, Fujii decide restaurar su moto aparcada durante 4 años y sacudirle el polvo. Hacer sonar su motor de dos tiempos, puede que haga mejorar la salud del animal, se decía. Y lo hizo.
A partir de ahí, se acabaron las buenas noticias. Ya viviendo con su novia, ésta enferma con un cáncer que acabará con su vida dolorosamente. El proceso desde la detección de la enfermedad hasta que deja este mundo cubrirá casi la totalidad del libro. Desgarrador. Lamentablemente no es desconocido para casi nadie lo destructivo que es el cáncer, pero verlo progresar en el cuerpo de tu ser querido es demoledor. Los meses previos a la enfermedad de Yoshimi nos permitirá a los lectores comprender la relación que mantenían ellos e incluso enternecerse con el descubrimiento del amor y el compartir las tareas de la casa. Esas páginas, hacen identificarnos a todos con los protagonistas, de modo que enseguida nos encariñamos con Fujii y Yoshimi. Nunca fueron nuestros amigos, pero comprendemos su dolor. Las pocas hojas finales de la obra, nos mostrarán a un Fujii hundido durante varios años y cómo finalmente encuentra fuerzas para rehacerse.
Realmente el libro no goza de un argumento muy complejo. Quizás incluso peca de simplista. Lo hemos leído otras veces en los periódicos, o contado por boca de un familiar o amigo. No es una historia reveladora. Es directo y conciso. Pero es precisamente esa sencillez la que engrandece la obra de Kou Nakamura, que describe perfectamente la felicidad que se apaga poco a poco para terminar en dolor. Es un libro difícil y realmente lloré. Bastante diría. La tragedia es absorbida por la pareja de Yoshimi y también por la de sus padres. El dolor de enterrar a una hija creo que no se puede superar. Rehacerte sí, pero superarlo, nunca. Solo intentar imaginármelo me produce un nudo en el estómago. Recomendar o no el libro dependerá del estado anímico del potencial lector. Pero en esta época tan jovial y veraniega que atravesamos, una lectura amarga no lo es tanto. Encajar en nuestra lista de libros pendientes un título como éste, nos hará comprender mejor lo que la vida nos puede dar. Y también arrebatar. Si tuviera que resumir con cinco palabras Cosas por las que llorar 100 veces, lo haría como: La vida en estado puro.